Nacer en una isla es algo curioso. Siempre pienso que, de haber nacido unos pasos más hacia la derecha o unos metros más hacia la izquierda, me habría salido de las calles de Las Palmas de Gran Canaria y habría nacido en el mar. De ser así, quizá ahora sería un pez. Eso implicaría cosas estupendas, como ver arrecifes de coral o bucear durante horas sin tener que salir a tomar aire. Sin embargo, no podría escribir cuentos y, si lo hiciera, todos ellos se convertirían en papel mojado. Mal asunto.
Por suerte nací en tierra firme, donde pronto agarré un lápiz y comencé a escribir historias con él. Mi primer lenguaje escrito fue la poesía, una manera precisa y deliciosa de comunicarse con uno mismo, con los que tienes cerca y con aquellos que nunca conocerás. Después vinieron los cuentos, las novelas, el teatro y cualquier forma artística donde la palabra se sintiese cómoda.
¿Por qué lloramos? nació del instinto. A veces, uno busca las palabras exactas para contar una historia; pero en otras ocasiones (y estas son las mejores) son ellas las que te llevan a la mesa y te dictan qué debes escribir. En este cuento, con aire de poema, trato de responder la pregunta de un niño que podría ser mi hijo o mi yo de hace unos años. O quizá, sin saberlo, escribí este cuento precisa y únicamente para ti.
(biografía de ¿POR QUÉ LLORAMOS?)
Vivo en un valle con olor a naranja. De pequeño, curiosamente, este era mi color favorito.
Hoy, unos cuantos años después, disfruto de otros colores que asoman a mi paso: el rojo que habita en el fuego, el rosa que viste los almendros, la tinta negra sobre el folio en blanco.
Como ocurre con este libro, yo también tuve y tengo mis miedos. Con tu permiso, te contaré uno de ellos:
Durante un tiempo, cuando acababa de escribir un cuento o un poema, creía que sería el último. Que quizá me quedaba sin ideas. Sin nada que contar. Tenía miedo de que no se me ocurrieran más historias.
En aquella época pensaba que los relatos y versos que escribía surgían de mi cabeza. Poco a poco aprendí que las grandes historias no vienen de la mente, sino de la vida. Y que la vida es inagotable.
Es por eso que este miedo ya se fue. Porque estoy convencido de que mientras haya un fuego y almendros que contemplar, seguirán naciendo historias que merezcan ser contadas.
(biografía de ¿POR QUÉ TENEMOS MIEDO?)
Desde que se publicó mi primer libro —en el año 2013—, he escrito muchas historias y versos donde las aves son protagonistas. Sin embargo, hasta ahora nunca había escrito nada sobre plantas. Con toda honestidad, me siento un gran desconocedor de su universo. Por suerte, los autores no estamos para contar lo que sabemos. Sucede más bien al revés: los protagonistas de nuestras historias y sus tramas nos piden ser contados para que conozcamos de ellos. Para que aprendamos con ellos.
Colibrí —con su inagotable voluntad— es un gran maestro. Es el motor que me lleva a picotear de diferentes disciplinas literarias: desde la creación de cuentos para niños y niñas hasta la dramaturgia descarada de una obra de teatro social. Con su aleteo, también me acerca a escenarios lejanos para narrar mis historias. Y, claro, a tener siempre la maleta dispuesta.
La aparición de este álbum me invita a fijarme en Verbena. Con esta historia espero aprender de su pausa y del ritmo calmo de su savia.
(biografía de VERBENA Y COLIBRÍ)
Si tuviera que ser ave sería un escribano, claro. Así, además de volar,
podría seguir llenando cuadernos de versos. O mejor, sería una golondrina para regresar a esos lugares donde fui feliz: el escenario, el hogar,
la carretera… ¿O un charrán bengalí? Eso de ir despeinado por la vida también me gusta. ¡Y la música! ¡La música me encanta! Entonces…
¿un roquero rojo? O espera, espera… ¡Un carpintero! ¡Qué maravilla
estar cerca de la madera! O, bueno, ¡un canario!, que para algo nací
en las islas. ¿Y habrá algún pájaro que cuente cuentos? ¡Ese sería genial! Ay, no sé. Mientras me lo pienso, seguiré mirando al cielo.
(biografía de LA CANCIÓN DEL PÁJARO TOC)