Haru da la señal. Comienza la danza de movimientos para colocarse del modo adecuado. Las piernas, los hombros, la mirada, las manos, el arco. Relajación, concentración, observación. Todos respiran a la vez, con la pausa necesaria para mantener la calma. Nada los distrae. Ni el vuelo de las aves ni el balanceo de las ramas de los árboles más próximos.
A la vez, como una sola, las cuatro flechas salen volando rumbo a su destino, como pronto harán los alumnos al marcharse del dojo.
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Hojear el libro
Me llamo Flavia. Mi nombre siempre sorprende a la gente cuando me preguntan cómo me llamo. Quizá por eso, desde pequeña, me han atraído las palabras. A los cinco años…
Nací en La Línea de la Concepción, en el estrecho de Gibraltar, el año en el que el hombre llegó a la Luna. Quizá por eso, desde pequeño, he viajado…